viernes, 2 de agosto de 2013

La historia de T.

Todo empezó ese sábado que fuimos al zócalo a ver a las parejas intentar romper el récord Guinness del mayor número de personas besándose al mismo tiempo. El ambiente era genial y todo mundo parecía feliz. Los organizadores animaban a los que estaban solos para que buscaran a alguien a quien besar y unos tipos de mal aspecto se acercaron a nosotras con obvias intenciones pero los rechazamos con la mirada. En algún momento T. me tomó de la cintura, me dijo te voy a besar, acercó su cara blanca y me dio un beso tierno y suave. Yo estaba un poco mosqueada porque sentía que la gente nos veía pero ella volvió a besarme y esta vez fue un beso húmedo que mandaba pequeños toques eléctricos a mi entrepierna.

Desde ese día los besos y las caricias se hicieron comunes entre nosotras. Yo me sentía muy moderna teniendo un free con mi mejor amiga, pero antes de que nos diéramos cuenta ya nos decíamos palabras de amor y poco después ya me sentía triste y vacía si no estaba con ella. Nos hicimos inseparables y compartimos nuestra relación con los amigos cercanos. La primera advertencia de locura fue mi berrinche cuando ella se negó a mudarse conmigo porque su universidad estaba al otro lado de la ciudad.

En una rápida serie de sucesos me obsesioné y me convertí en una persona horrible. Sólo con ella era feliz. Ella se volvió el centro de mi universo y dejaron de importarme la escuela y los amigos. El mundo se podía acabar al día siguiente y por mí estaba bien porque yo ya había conocido al amor de mi vida. La veía y podía jurar que brillaba, sus ojos color aceituna eran los más hermosos, su sonrisa me derretía y cuando me besaba yo no cerraba los ojos porque quería verla así, tan cerquita de mí. La segunda advertencia de locura fueron los celos incontrolables.

Cuando no estábamos juntas era el infierno total. Imaginaba que todos se enamorarían de ella porque era muy atractiva y creía que como ella era tan caliente no sería difícil llevarla a la cama. Le llamaba o mandaba mensajes constantemente y si no me contestaba me ponía como loca imaginando que estaba con alguien más. Lloraba porque estaba segura que en cualquier lugar podría conocer a alguien mejor que yo. Y luego, cuando le reclamaba era peor, porque me daba cuenta que ella se molestaba y entonces pensaba que se hartaría de mí y se buscaría alguien que no fuera tan complicada como yo.

Sin motivo alguno empecé a investigarla. Revisaba su teléfono en busca de mensajes románticos. Sospechaba que me era infiel y quería comprobarlo. Tenía su contraseña de Hotmail pero no había mucho más que aburridos correos de la escuela y una carpeta especial donde tenía mensajes viejos que había intercambiado con su novio de entonces y que me hacían llorar por horas. Un mal día me encontré un correo reciente donde solicitaba una beca a la Universidad de Barcelona para una maestría. ¡Se quería ir al otro lado del mundo y no me había dicho nada! Casi me muero. Media hora después encontré un correo que envió a una de sus amigas donde le contaba de sus planes de irse a Europa y le decía que no sabía que hacer conmigo porque a veces sentía que yo era como "un ancla que no la dejaba avanzar".  Que se abra la tierra que me quiero morir. Ahora sí, más claro ni el agua. Tomé un montón de pastillas y llorando me quedé dormida.

Desperté en el Médica Sur. Había mucha luz en la habitación y mamá estaba medio dormida en un sillón junto a mí. Comprendí la situación y lloré en silencio. Otra vez derrotada y en manos de mi madre. Cuando despertó se veía preocupada pero estaba tranquila y eso me animó a contarle lo que me estaba pasando.

Cuando tuvo la oportunidad me dijo con lágrimas en los ojos que yo era su niña y que sufría mucho con mis locuras, pero esta había sido la peor de todas y gracias a Dios T. me había encontrado a tiempo. Me dijo que ella no entendía ese tipo de relaciones entre mujeres y su instinto era darme una solución que no me iba a gustar, así que me hizo prometerle que antes de ver a T. debía volver a mis sesiones con el psicólogo y hacer lo que él me recomendara. Para mí eso estaba bien. No sabía cómo enfrentar a T.

Dos meses después la cité en un café de la Condesa. Estaba muy nerviosa y empecé a hablar como tarabilla sobre asuntos sin importancia. No quería que llegara el momento, pero finalmente le dije de manera apresurada por los nervios que no quería seguir con la relación, ni la amistad ni nada, que prefería no verla más. No entendía lo que pasaba y como no me atreví a decirle que había leído su correo utilicé el rollo de que yo no era lesbiana y que no veía futuro en seguir una relación que me hacía daño. Me miraba extrañada. Cuando por fin me quedé callada, esperó unos segundos y dijo con tono dulce que ella tampoco era lesbiana y que en todo caso si lo era, era por mí, por nadie más, que no había planeado enrollarse conmigo, pero que si en lugar de hacerme feliz me estaba haciendo daño entonces estaba de acuerdo en alejarse de mí. Me quedé muda. Su respuesta me dolió en el alma. En el fondo estaba segura que lucharía por mí, pero no lo hizo. Ni siquiera lo intentó. Con los ojos llenos de lágrimas contenidas, se levantó, me dio un beso en la mejilla y me dijo te quiero pero eres tonta. Después se fue.

Hoy sé de ella lo que todo el mundo sabe, que es muy poco. Sé que anduvo tonteando con un tipo que la embarazó y tuvieron una nena rubia de ojos claros. Sé que vive con él pero que no están casados. Sé que ahora da clases de inglés en un colegio de niños ricos. Y es todo lo que sé. No sé si me recuerda, pero me mata pensar que sólo recuerde las cosas malas de mí. Tampoco sé si es feliz.
El tiempo se ha encargado de aliviar la pena, pero también ha borrado algunos recuerdos de mis días con ella. La vida tiene momentos buenos y malos. Mis días con ella fueron los más dulces y amargos que he vivido. Quiero quedarme con lo mejor de ella y no olvidar su amor, ni el recuerdo de su sonrisa con sus ojos iluminados o el sonido de su voz cuando me decía te quiero.

Cada noche digo su nombre en voz alta antes de dormir y trato de imaginar el calor de su cuerpo junto al mío, como para traerla de nuevo junto a mí. Porque aunque parezca que está ausente no hay instante que no esté en mi pensamiento. He pensado que cuando muera dedicaré mi último pensamiento a ella, por sí es cierto eso de que pasaré la eternidad viviendo una y otra vez con lo último que pasó por mi mente.

En estos días se cumplen tres años desde la última vez que la vi en el café de la Condesa. Aunque es verdad que cada vez pienso menos en T., también es cierto que no he conseguido olvidarla del todo. Sé que lo arruiné todo. Sé que no amaré a alguien como la amé a ella y que bueno, porque ese tipo de amor saca lo peor de mí.

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