jueves, 25 de julio de 2013

Esta mañana

Desperté a las 6 de la madrugada, hice pipí y me lavé la cara desdibujando los sueños que persistían en mi mente. Me puse ropa deportiva, le di play al Ipod, calenté y estiré mi cuerpo como todos los días. Después salí a correr treinta minutos que son justo tres vueltas al hermoso parque que está cerca del apartamento y que me dejan casi enfrente del gimnasio. Hacer ejercicio es lo que más me gusta, si exceptuamos el sexo.
Normalmente los viernes no llega mucha gente al gimnasio, pero yo no puedo fallar. Si falto por flojera o algún compromiso me remuerde la conciencia todo el día al punto de ponerme de mal humor. Me vuelvo insoportable y castigo al mundo por haberme negado la oportunidad de descargar mi energía. Mis amigos dicen que soy como una ardillita que siempre tiene que estar haciendo algo.
En el lugar estaban los de siempre, los que sabes que a esa hora estarán ahí y que como yo, nunca faltan. En cambio los lunes es normal encontrar una o dos caras nuevas y es fácil reconocer a los que no aguantarán más de un par de semanas. Mientras estaba en la bicicleta estacionaria pude ver a la joven que tiene trasero plano y es obvio que alguien le dijo que la escaladora le ayudaría a hacer nalgas porque es el único aparato que usa. También estaban las señoras que se suben a la caminadora eléctrica, una junto a la otra y que hablan como cotorras todo el tiempo y siempre de lo mismo.
En la banda vibratoria estaba una señora de edad incierta, porque aunque su cabello es totalmente canoso, tiene un cuerpo muy bien formado, como de jovencita, y no sabes si hablarle de tú o de usted, además usa leotardos y se ve más joven. Pienso que si se pintara el cabello luciría espectacular.
Escuchaba Take her from you cuando empecé a hacer abdominales. Hoy en especial me estaba costando mucho trabajo y me motivaba con el clásico “Una más, una más…” hasta llegar a 50, cuando entró en mi campo de visión un señor moreno, alto y de buen cuerpo. Tomó un tubo con pesas y le puso más aros. Me sonrío y dijo algo, pero no lo escuché porque tenía la música con el volumen muy alto y como llevaba buen ritmo con el ejercicio no quise parar.
Levantó con mucho esfuerzo el tubo con pesas y siguió hablándome. Lo ignoré. Levantó un par de veces más la pesa y hacía cara de sufrimiento. Era divertido verle. A la quinta levantada desistió. Dejó la pesa en su lugar y se fue a otro aparato. Supuse que lo que quería decirme era una tontería, porque si se hubiera estado incendiando el edificio habría salido corriendo en lugar de intentar ligarme. Quizá solo quería que yo viera lo que era capaz de levantar, pero hace un tiempo aprendí que no se debe ligar en los lugares que amas, porque si las cosas salen mal quizá no puedas regresar.
Alguna vez tuve algo que ver con el dueño de un gimnasio. No aquí en el DF, sino allá en provincia. Jugaba con fuego, porque lo hacíamos en su oficina, pero sobre todo porque su esposa también trabajaba ahí. Era la instructora de aerobics. Historia larga hecha corta, la mujer se enteró. Intenté hacerme la civilizada y regresé al día siguiente como si nada, pero sus gritos me hicieron comprender que nunca más sería bienvenida en ese lugar. Las malas decisiones hacen buenas historias, pero esa historia no tiene mucho más que contar.
Después de las abdominales seguí con el twist, esa ruedita giratoria a la que te subes con los pies muy juntos y rotas de un lado a otro para trabajar la cintura. Mientras estaba ahí me vi al espejo y empecé a meditar sobre estas cosas que escribo, en lo que pensarías si estuvieras conmigo en ese lugar. ¿Cómo me verías? ¿Qué cosas me dirías? ¿Debería seguir escribiendo estas cosas sobre mi vida? ¿Llegarías y me dirías ”Hagamos realidad las fantasías sexuales que contaste aquella vez.” o ”Cuéntame otra vez lo de aquella chica con la que te acostaste.” o ”Mira, te traigo información de un grupo de apoyo para drogadictos”.? ¿Me señalarías con el dedo como a una loca que merece estar encerrada? ¿Querrías ser mi amigo? No lo sé. Algunos de esos pensamientos me parecían divertidos, otros me preocupaban.
En cualquier caso, debes saber que lo que soy aquí no es necesariamente igual a lo que proyecto en persona. Aquí soy mi versión sin censura. Y en mi vida real no puedo ser así, es decir, no se puede andar por la vida contando a detalle tu vida y tus pensamientos. Las historias que he contado aquí son reales, aunque he cambiado algunos nombres para no perjudicar a nadie. Lo que he publicado sobre el sexo, incluyendo las frases breves, son cosas mías y las justifico como parte de los disturbios hormonales de mi cuerpo. No oculto lo que soy y lo que pienso, ni me avergüenzo de lo que he escrito aquí, porque sería como avergonzarme de mí, pero tampoco quisiera que lo leyeran mis hermanos. ¿Estamos de acuerdo?
Después de diez minutos en el twist decidí darle una oportunidad a la banda vibratoria que había desocupado la mujer canosa. El instructor dijo que era bueno para la circulación y últimamente he tenido comezón en las piernas. Me había resistido, porque eso de que todo mundo vea como una banda te hace brincar las nalgas a las 7 de la mañana no es algo muy motivador, además la cabeza se te mueve para todos lados, como muñeca de taxi, y no quería que todos se divirtieran a costa mía.
Cuando la banda llegó al nivel de mi abdomen la puse en un nivel muy bajo, para que no me brincaran mucho las nalgas y ¡Oh, sorpresa! Empecé a sentir muy rico. Sabía que si la dejaba ahí un par de minutos más conseguiría un rico orgasmo, le bajé el volumen a la música para poder concentrarme en lo que estaba pasando ahí abajo. Pensé en bajar un poco la banda para que la vibración se reflejara en la parte que me interesaba pero temí que alguien se diera cuenta. El orgasmo no tardó en llegar. No fue muy intenso. Fue suave y lento. Creo que ese aparato se puede convertir pronto en mi favorito.

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